lunes, 1 de febrero de 2016

Fábula LA ARDILLA, EL DOGO Y EL ZORRO de Andrés Bello

LA ARDILLA, EL DOGO Y EL ZORRO (Andrés Bello)

Madama Ardilla con un Dogo fiero,
compadre antiguo suyo y compañero,
salió al campo una tarde a solazarse.
Entretenidos iban en gustosa
conversación, y hubieron de alejarse
tanto, que, encapotada y tempestuosa,
los sorprendió la noche a gran distancia
de su común estancia.

Otra posada no se les presenta
que en una alta encina añosa y corpulenta;
el hueco tronco ofrece albergue y cama
a nuestro Dogo: la ligera Ardilla
se sube de tres brincos a una rama
y lo mejor que puede se acuclilla.
Danse las buenas noches, y dormidos
quedaron luego. A lo que yo barrunto,
eran las doce en punto,
hora propicia al robo y al pillaje,
cuando aportaba por aquel paraje
uno de los ladrones forajidos
de más renombre: un Zorro veterano,
terror de todo el campo comarcano
en leguas veinte y treinta a la redonda,
en torno al árbol ronda,
alza el hocico hambriento
de palpitante carne; atisba, husmea,
y ve a la Ardilla en su elevado asiento:
ya su imaginación la saborea
y la boca se lame,
y la cola menea;
mas ¿cómo podrá ser que a tanta altura,
si no le nacen alas, se encarame ?
Iba casi a decir "no está madura",
cuando le ocurre una famosa idea.

—Bella señora mía,
vuesa merced perdone —le decía —
si interrumpo su plácido reposo.
Después de tanto afán, cuando el consuelo
de hallarla me concede al fin el cielo
no puedo contener el delicioso
júbilo que de mi alma se apodera.
¿ No me conoce usted ? Su buena madre
hermana fue de mi difunto padre.
Tengo el honor de ser su primo hermano.

¡ Ay ! en su hora postrera
el venerable anciano
me encomendó que luego en busca fuera 
de su sobrina y la mitad le diera
de la hacenduela escasa
que al salir de esta vida
nos ha dejado. A mi paterna casa
sea usted, pues, mil veces bien venida,
y déjeme servirla en el viaje
de escudero y de paje.
¿ Qué es lo que duda usted ? ¿ Qué la detiene
que de una vez no viene
a colmar mi ventura, en lazo estrecho
juntando el suyo a mi amoroso pecho?

Ella, que por -lo visto era ladina,
a par que vivaracha y pizpireta,
y al instante adivina
la artificiosa treta,
así responde al elocuente Zorro:
—Fineza tanta, mi querido primo,
y el liberal socorro
del piadoso difunto,
que en paz descanse, como debo, estimo.
Bajar quisiera al punto;
pero, ya veis... ¡Mi sexo!... A la entrevista
es menester que asista,
si lo tenéis a bien, un deudo caro,
que de mis años tiernos fué el amparo;
es persona discreta,
a quien podéis tratar sin etiqueta,
y que holgará de conoceros. Vive
en ese cuarto bajo; 
llamadle. Don Marrajo,
dándose el parabién de su fortuna,
que le depara, según él concibe,
dos presas en vez de una,
con la mayor frescura y desahogo
fue, en efecto, y llamó. Pero la suerte
se vuelve azar. Despierta airado el Dogo,
se abalanza, le atrapa y le da muerte.

Esta sencilla historia nos advierte
a un tiempo, hija querida,
tres importantes cosas:
de un seductor las artes alevosas,
de la maldad el triste paradero,
y lo que vale en lances de la vida
la acertada elección de un compañero.

Fábula EL HOMBRE, EL CABALLO Y EL TORO de Andrés Bello

EL HOMBRE, EL CABALLO Y EL TORO (Andrés Bello)

A un Caballo dio un Toro tal cornada
que en todo un mes no estuvo para nada.
Restablecido y fuerte,
quiere vengar su afrenta con la muerte
de su enemigo; pero como duda
si contra el asta fiera, puntiaguda,
arma serán sus cascos poderosa,
al Hombre pide ayuda.

-”De mil amores, dice el Hombre. ¿Hay cosa
más noble y digna del valor humano,
que defender al flaco y al desvalido,
y dar castigo a un ofensor villano?

Llévame a cuestas tú, que eres fornido;
yo le mato, y negocio concluido”.

Apercibidos van a maravilla
los aliados; lleva el Hombre lanza;
riendas el buen rocín, y freno, y silla,
y en el bruto feroz toman venganza.

- “Gracias por tu benévola asistencia,
dice el corcel; me vuelvo a mi querencia;
desátame la cincha, y Dios te guarde”.

- “Cómo es eso?  ¿Tamaño beneficio
Pagas así?”   - “Yo no pensé…”  - “Ya es tarde
Para pensar; estás a mi servicio;
Y quieras o no quieras,
En él has de vivir hasta que mueras”.

- Pueblos americanos
si jamás olvidáis que sois hermanos,
y a la patria común, madre querida,
ensangrentáis en duelo fraticida,
¡ah! No invoquéis, por Dios, de gente extraña
el costoso favor, falaz, precario,
más de temer que la enemiga saña,
¿Ignoráis cual ha sido su costumbre?
Demandar por salario
Tributo eterno y dura servidumbre.